Estamos pendientes de nuevas pruebas.
Es hora de empezar a pedir responsabilidades, se están haciendo las cosas muy mal.
Mucho se está hablando de la vuelta al cole, de las condiciones, medidas, y protocolos que serían, y son, de imprescindible cumplimiento para garantizar, en la medida de lo posible, la seguridad de los chavales, los profesores y, en definitiva, las familias y la sociedad en su conjunto. Para hacernos una idea, es como si este curso escolar, además de los alumnos, volviéramos todos al colegio; padres, hermanos, abuelos, vecinos y hasta los compañeros de trabajo de los familiares y allegados, de todos, nuestra salud dependerá de como se hagan las cosas.
No nos vamos a engañar hay incertidumbre entre el personal y hasta canguelo. Es una cuestión de máxima importancia e indiscutiblemente delicada y seria. Y es que las cosas no se están haciendo bien; o al menos el avance de los contagios, aparentemente generalizado e imparable, es lo que viene a demostrar.
La vieja
táctica de echarse la culpa unos a otros, a los chavales, a la fatalidad y al
maestro armero, ya no vale. Cuando está en juego la vida de las personas, y los
errores se están pagando con la UVI y el tanatorio, no es momento de
divagaciones, medias tintas, escurrir el bulto y hacerse el sueco. ¿Nadie es responsable de nada?.
Dicen que en los colegios se va a crear la figura del responsable o supervisor de que las medidas anti COVID se pongan en práctica. Me parece bien que haya un responsable de que los protocolos se sigan al dedillo, de que el material de protección esté en tiempo y forma, de que los ratios se cumplan y que, llegado el caso, sepa cortar de raíz cuando las condiciones o circunstancias sean desfavorables o los incumplimientos pongan en peligro la integridad y la salud de las personas.
La implantación de esta figura me hace pensar que sería necesaria en los diferentes entornos laborales públicos y privados, en cualquier sitio que haya personal trabajando. De hecho debería de ser una condición sine qua non, obligatoria, por sentido común y para cualquier evento lúdico o laboral, desde que empezó la pandemia.
Y aquí es donde la cagan, la cagamos por extensión, y cuando se mete la pata hasta el corvejón. Aquí es donde se ve lo que importa la salud del prójimo a unos y a otros, y en especial a las instituciones públicas, que tienen el deber y la obligación de protegernos. En Marmolejo, el Ayuntamiento, clama al cielo, no van a aprender nunca. Me pregunto quién es el encargado de que se cumplan los protocolos, de vigilar, supervisar y estar pendiente de que la salud de los trabajadores no corra peligro innecesario. Visto lo visto, nadie es responsable de nada, y por lo tanto es el politiquillo de turno el que descuida la gestión sanitaria y de los riesgos laborales. Imperdonable, por la gravedad de lo que está sucediendo.
Resulta
que son ya, al menos, dos los grupos de trabajadores del PER que se han visto
afectados e incluso en grave riesgo de infección, por la ausencia de control y
prevención del riesgo laboral de contagio al trabajar en medio de una epidemia. Hoy están pendientes de los resultados de las pruebas todo un grupo de trabajadores que se ha visto expuesto. Las cosas se están haciendo muy mal.
El factor de riesgo laboral que nos ocupa, está perfectamente definido como un factor medioambiental por agentes biológicos clasificado al máximo nivel, en el grupo 4, al mismo nivel que la viruela o enfermedades infecciosas sin cura, debido a que no hay vacuna ni tratamiento definitivo que garantice el control efectivo del virus COVID19 una vez contagiado.
Señores, esto no se controla dando una mascarilla. A las pruebas me remito. Ha habido gente trabajando y poniendo en riesgo a los compañeros y sus familias, que no debería haber trabajado. No se han tomado temperaturas, no se ha indagado en el perfil familiar buscando contagios activos, no se ha hecho nada más que mandar a sus casas al grupo entero, una vez que ha saltado la liebre, una y otra vez. No se ha concienciado al personal de la importancia y seriedad de la observancia estricta de las más elementales reglas de convivencia y del sentido común. No se puede ir a trabajar si hay sospecha de contagio, y ni mucho menos cuando se está en un grupo de riesgo, por convivencia y proximidad a contagiados, al que se le está practicando las pruebas.
Parece mentira que en el Ayuntamiento de Marmolejo, con lo listos que son nuestros políticos del Psoe, con lo que ellos controlan al personal, con lo que están enterados de la vida de todo el mundo, con lo que se presume de conocer al pueblo y de saber lo que piensa cada cual, con el férreo control de lo que se vota en cada casa, ahora, a la hora de la verdad, estén quitados de en medio, a verlas venir, pasándose por el forro la salud de los vecinos, despreocupados, felices y dichosos, de vacaciones perpetuas y por encima del bien y el mal.
Eso sí, cuando hay que entrar en el propio Ayuntamiento, si buscas al alcalde o algún gerifalte, sí que toman temperaturas, todas las precauciones son pocas y si hay que cerrar, se cierra, no vaya a ser que se contagie ALGUNO DE ELLOS. A los demás que les/nos den morcilla.
Ni los números cuadran, ni están controlados, ni son tranquilizadores, ni se ve control, ni voluntad. Hay miedo, desconcierto y sensación de abandono. Lo que nos queda es la autoconcienciación, el autocontrol, el confinamiento voluntario de los grupos de riesgo, la toma de medidas y ajuste de protocolos por cuenta propia, la familia que proteja a la familia y, los inútiles de los señoritos que nos gobiernan, pues como se están portando, como si no estuvieran; ya que no ayudan, que no estorben. Por cierto, ¿ donde están los sindicatos, donde la UGT, una vez más comiendo de la mano del soe, comer y callar, callar y andar, andar y que les den (a los obreros)?