lunes, 2 de noviembre de 2015

No hay derecho que para que coman cuatro se hunda a un pueblo

A dos de Noviembre, Día de Difuntos..., y las campanas doblan por Marmolejo. 

Lo que nos ata a Marmolejo es el pasado, pero no el futuro, a ese lo han asesinado y lo han enterrado donde nadie pueda velar su cadáver. El tiempo pasa, y los trenes se escapan ante el inmovilismo zopenco e incompetente de las autoridades, desautorizadas por su propias rémoras y carencias abismales.

En el soe marmolejeño, los últimos son los primeros; los últimos que tendrían que optar a la administración de lo público, por haber demostrado hasta la saciedad su negación y torpeza, son los primeros en querer ejercerlo, sin tener ni puñetera idea de lo que están haciendo ( aparte de llenarse el yerbero abundantemente y abusar hasta la saciedad de los privilegios anexos al cargo).

Réquiem por mis vecinos, que se ven castigados al sin sentido de repetir eternamente el día de la marmota, que no es otra cosa que sufrir  la pobre o nula visión política de unos dirigente que se empeñan en volver atrás, en no avanzar, en buscar de nuevo la situación cómoda en la que se pierde la pista del dinero al tiempo que el miedo enmudece las críticas y ellos engordan y medran exponencialmente. No hay derecho que para que coman cuatro se hunda a un pueblo.

A dos de Noviembre de dos mil quince, medio pueblo está emigrando y el otro medio no lo ha hecho porque no tiene donde irse. Sin embargo a los líderes de la charpa, al pesetillas y sus palmeros, les va bien; su partido premia el descarrío y se enorgullece de lo que a cualquier otro avergonzaría. Es lo  que hay, es lo que tenemos y es lo que nos toca sufrir. Ánimo y salud.