miércoles, 9 de marzo de 2022

GUERRA Y PAZ. Oportunidad de negocio versus proyecto de vida.

 PRIMERO, LAS PERSONAS.

Cuando hay fuego, lo primero que hay que hacer es salvar a las personas. Y, sobre todo, en ningún caso, nunca hay que echar más leña. Hay que apagarlo. Urge extinguir las llamas. Pero no a cualquier precio. No a costa del menoscabo de las personas, del dolor humano, del sufrimiento extremo y la pérdida de vidas. El fuego no se apaga con fuego.

El fuego, la guerra es en sí misma suficiente dosis de sinsentido como para agravarla, desde nuestra estupidez, con más dolor, más guerra, más muertes y destrucción. 

La respuesta a la guerra es la PAZ. Ese es el camino. No es fácil, pero es lo que urge. Es curioso lo rápido que se olvida la palabra paz cuando empieza una guerra. 

Los países compiten por tener buenos, modernos y eficaces ejércitos preparados para la "paz", dispuestos a "todo" para conseguirla. Los ciudadanos se sienten orgullosos de sus fuerzas armadas, (armadas hasta los dientes) preparadas para defender "la patria" de los enemigos externos e "internos", convencidos hasta las trancas de que si los vecinos no nos invaden día si y día también es gracias al poder disuasorio del militarismo activo y proactivo. Parece pues que el tamaño, de la armada, las bombas y los tanques, si importa. 

Resulta que cuando los ejércitos se dedican a la protección civil y salvamento dan menos miedo, son increíbles, lo más. Pero por el momento están diseñados como el Yin y el Yang, para la vida y la muerte, lo que viene a ser una dicotomía indisoluble.

Lo jodido es que, ante tanto patriotismo armado, inflamado e inflamable, cualquier chispa, aunque sea en la otra punta del mundo, puede prender ardores primigenios, desencadenando en cadena, cadenas de acontecimientos que se retroalimentan de una violencia y un odio popular y populista tan fáciles de manipular, dosificar y dirigir, como gratuitos (bonico es el candil para el aire) y cuyo efecto dominó se vuelve imparable y catastrófico.

La humanidad lleva demasiado tiempo dándose el gustazo de ejercitar su faceta criminal inter pares, en la que los de siempre, los mandados, los de abajo que se creen todo lo que dicen los de arriba, los mogotes irredentos se manchan las manos con la sangre de otros mogotes, de otros juan nadies estupefactos y acojonados, de otros trozos de carne de cañón, como ellos, baratos, manejables, estúpidos y necesarios para la mayor gloria del belicismo por la paz.

Es en este momento cuando los que no van a la guerra, los que la empiezan, comercian y rentabilizan, los que la dirigen desde muy lejos, los que manejan los ríos de tinta, los que soflaman, arengan, peroratan y la predican, los que terminan los conflictos ricos, gordos y magníficos per sécula seculorum; esos prohombres, es cuando cometen el mayor crimen de todos, cimentar, edificar y perpetuar, con  argamasa de sangre, tendones, miseria, deshumanización y violencia, violaciones y odio el negocio de la guerra en beneficio exclusivamente propio. Y encima, ¡qué casualidad! luego son los mismos los que reconstruyen las regiones desbastadas, los que después dan trabajo a la masa obrera superviviente y hambrienta, los que recogen el fruto millonario de la vuelta a la normalidad, los que generan progreso, visten y calzan a los excombatientes y los que irán preparando a futuras generaciones de pringados, y candidatos al degüello, para cuando haya que destapar de nuevo la Caja de Pandora.

Eso si, todavía estamos locos los que no queremos la guerra, los que no la justificamos, los que abominamos de ella. Todavía se reprocha que los que no queremos oír caer bombas, los que no queremos ver dolor y locura gratuitos, los que no queremos oler la muerte entre los escombros, los que no encontramos sentido a que la Paz, por definición,  tenga que ser el culmen de un proceso de escaladas brutales de violencia extrema, todavía se nos tacha de malos patriotas, cobardes o locos traidores. 

Si la mayoría se planteara dejar de seguir la corriente que arrastra hacia la espiral improductiva de violencia para aferrarse a unos principios humanos, solidarios, pacíficos, sensatos, reflexivos, inteligentes y valientes, algo empezaría a cambiar, otro futuro sería posible. Nuestra capacidad de odiar, y la facilidad para ser manipulados, no nos puede definir como especie.

Si la Paz solo se puede conseguir a base de pruebas de fuerza, de carreras de armamento nucleares, de demostrar capacidades genocidas, de guerras sacadas de la manga..., nos estamos condenando a la Guerra para siempre. A esta, a la siguiente... y a todas las que sean necesarias para llegar a una Paz que, por definición, nunca vamos a disfrutar. Es el negocio perfecto, cíclico, rentable y redondo. Además estamos millones de idiotas dispuestos a mantenerlo a base de golpes de pecho y accesos de estupidez supina.

Si asumimos que la Paz solo es un periodo entre guerras, si eso es así, pues nada, habría que matarse estúpidamente entre nosotros por la Paz. Por el momento en Ucrania ya están a ello. Les están reventando la vida millones de seres humanos, las familias están sufriendo un infierno y la bola no para de crecer cuesta abajo y sin frenos. 

No sé decir quién tiene la culpa de esto, creo que la tenemos todos si dejamos que nuestros dirigentes nos metan en estos embolados, si damos lugar a que haya psicópatas que tengan tanto poder que nos puedan mandar a matar y morir por sus intereses. 

Lo que si sé es, quienes lo están sufriendo y lo que nos queda por pasar si esto se desmadra. Animo al pueblo ruso a que diga NO a la GUERRA, y detrás al resto de la humanidad, y a que actúen en consecuencia. Si fuera posible, que tiren las armas, que se vuelvan a sus casas y que reflexionen sobre el precio de una sola vida..., y ante lo incalculable de la cifra hagan cuentas del montante del dolor, del sufrimiento y lo comparen con lo corta que es la vida y el poco tiempo que disponemos para ser felices. Verán que no merece la pena desperdiciar un solo segundo en complicaciones belicistas.

Lo dicho, lo primero es socorrer a las familias..., lo demás es que nos demos una oportunidad o no tendremos arreglo.