martes, 20 de marzo de 2018

El sermón de la montaña, el mitin nuestro de cada día.



Bienaventurados 

los pobres de espíritu, 
 los que lloran

 los mansos,

 los que tienen hambre y sed de justicia

 los misericordiosos,

 los limpios de corazón,

 que buscan la paz,

 los perseguidos por causa de la justicia, 

 cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.

Alegraos y regocijaos 

 porque de ellos 

es el Reino de
serán consolados.
poseerán en herencia la tierra.
serán saciados.
alcanzarán la misericordia.
verán a
serán llamados hijos de
es el Reino de
vuestra recompensa será grande en

 porque de ellos

es el Reino de
serán consolados.
poseerán en herencia la tierra.
serán saciados.
alcanzarán la misericordia.
verán a
serán llamados hijos de
es el Reino de
vuestra recompensa será grande en

 porque de ellos

es el Reino de
serán consolados.
poseerán en herencia la tierra.
serán saciados.
alcanzarán la misericordia.
verán a
serán llamados hijos de
es el Reino de
vuestra recompensa será grande en

Este macarismo, esta forma de expresarse, este género literario, ya utilizado por los antiguos egipcios, siempre fue edicáz. Se pueden terminar las frases inconclusas con la palabra que más te guste: Dios, Democracia, Justicia, los Cielos, Paz, Pan..., todo aquello que consuele, sacie, pueda heredarse, ganarse o sentirse orgulloso de ser llamado su hijo. Es una exhortación a seguir, un camino que lleve a la felicidad, o lo que es lo mismo, es una zanahoria; una jugosa y hermosa zanahoria que colgando de una guita se podría alcanzar ,si uno corre lo suficiente, y que al comerla saciaría el hambre, la sed, el abandono, la pena, la persecución y hasta los abusos e injurias. Pero hoy no..., mañaaaana!!!.

Los abuelos agitan pancartas, esperando que su desgracia sea acreedora de la bienaventuranza de ser escuchada y atendida, saciada y misericordemnete remediada. Y las mujeres, con sus madres e hijas, amigas, vecinas, también saben que su desventura, la de sentirse degradada, despreciada, malpagada y agrdida por razón exclusiva de su sexo, que eso tiene irremediablemente que ser reparado, no hay otra, porque es de sentido común, lógica aplastante y justicia clamorosa. Ellas también agitan sus pancartas, junto a sus compañeros, padres e hijos. Unos y otros son millones, merecedores de ser llamados bienaventurados, así como otros incontables ciudadanos, pobres, perseguidos, desajuciados, que por una u otra causa sufren, padecen, soportan, se resignan y sobrellevan el peso  y todas las consecuencias de una clase política pervertida, corrupta y podrida, enmarcada en un sistema opresor, injusto, corrupto, desigual y canalla, diseñado para amparar a la élite opresora y desamparar al pueblo oprimido.

Bienaventurados, nos dicen, nos dan el mitin, nos cuenta la milonga, nos prometen el cielo, la tierra, lo divino y la gloria, mientras ellos se quedan con nuestro sudor, nuestra sangre y nuestro futuro. Hoy, como hace tres mil años, aquí y en Egipto, y cada época en su estilo, existe la esclavitud, la pobreza, el engaño y la manipulación, los que mal viven y los vividores..., y siempre, siempre, el poder está a favor de los segundos, aunque los primeros sean la inmensa mayoría.

Cada día, los que gobiernan y los que pretenden hacerlo, nos regalan su particular sermón de´la montaña, o de la llanura, y los Mateos o Lucas de turno, correveydiles actuales y voceros a sueldo, nos lo hacen llegar y consumir en  dosis abuivas y perniciosas, a tal punto que los que los escuchan entrán en éxtasis y comienzan aceptando "político, como animal de compañia", para terminar votándoles en esas catarsis lúdico festivas o juergas del tocomocho, llamadas también jornadas electorales.

En ellas, previo mitin/sermón, se congrega a la peña para que, sintiéndose bienaventurados,  salgan de su miseria por un rato para votar a sus salvadores, para aspirar a la tierra prometida y merecida, para obtener el galardón de los mansos y por fín saciarse. Después volverán a su casa  y se encerrarán tirando la llave para cuatro años, calladitos y acatando a cabeza caida cuantas majaderías y despropósitos hagan en su nombre. Y para nada, para seguir siendo candidatos al mejor de los gobiernos, si se portan bien. Luego, con el tiempo, de nuevo la liturgia y el sacramento de las elecciones volverán a redimirles..., y vuelta a empezar: hambre, frío, calumnias, persecuciones, pobreza y toda la bienaventuranza que puedan ser capaces de ganar desde su miseria para mayor gloria de los que los hunden en lugar de salvarlos. Y es que, a veces, el reino de los cielos/democracia/libertad/justicia y pan, no está abierto al público y solo funciona la puerta V.I.P.

En verdad que está por llegar el día en que los mansos, pobres de espíritu y hambrientos de pan y justicia, muerdan y arañen buscando saciar el espíritu, la dignidad y el estómago. Y ese día no está lejos.

1 comentario:

  1. Recuerdo mítines gloriosos, cuando en las Vistillas el Psoe barría, dedicados ínteramente a lanzar proclamas que se resumían en " todo para vosotros, porque vosotros o lo merecéis", y luego nada. No tubieron la dignidad ni de arreglar el colector del agua sucia, vinieron otros menos ladradores a hacerlo. Solo parchearon una vez las calles y ahí quedaron las promesas de 20 años. No me extraña que cada vez se crean menos las mentiras y se les vote con mucha menos alegría y mas miedo.

    También en Belén funcionaron bién los mítines a base barriles de cerveza y churros, junto a los jamones, cajas de gambas y cestas de navidad a los vecinos. Pero eso también tenía las patas cortas y las cuentas del Ayuntamiento no pueden estar eternamente enmarañadas, así que la compra de votos con dinero público va a menos, o debiera ir. A ver que sacan ahora nuevo para las próximas. No sé si volverán a picar los emigrantes y cederán a las presiones y amenazas para votar al partido que los ha echado de Marmolejo y que tantas veces les ha prometido el oro y el moro para teminar engañándoles. Un saludo a los emigrantes y que se den cuenta de una vez, que cuando Lozano iba a despedirlos y les daba palmaditas en la espalda, era para que se subieran al autobús más deprisa y no para consolarlos.

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