viernes, 25 de septiembre de 2020

En este negocio global que se llama España...

 


...el miedo frente a la rebeldía necesaria.

El miedo campa a sus anchas. Todo es miedo. La tele da miedo, la calle da miedo, la escuela da miedo, el metro da miedo, los bares, las tiendas, tocar el carrito del super, la gente, la tos, los precios, los okupas, los bancos, los desahucios, el paro, las deudas, los desconocidos, la inseguridad ciudadana, la violencia de género, la juventud, la sequía, los mercados, los inmigrantes, el vecino sin mascarilla, los centros de salud, la indefensión de los mayores…, todo da miedo.

Y hay miedo porque es rentable. Es el gran negocio que sustenta el sistema económico, político y social en el que vivimos. Capitalismo lo llaman. Y da miedo, porque lo sufrimos, nuestra miseria es su fuerza.

No existe la izquierda en el mundo real, solo hay derechas. La izquierda vive en los corazones, el alma y el intelecto de los obreros. En la calle los troleros  y trileros del soe dicen representar a la izquierda, cuando son la pieza más valiosa del tinglado de derechas que lleva gobernando este país los últimos ochenta años. El soe es el seguro anti rebeldía que mantiene  acallada, engañada, esperanzada y controlada a la clase obrera, lista para ser expoliada, sometida y esclavizada. 

El PCE, nuestro PCE, con memoria, digno y consecuente, es una semilla al viento del capital que, mientras siga las reglas de este juego diseñado para perder, solo será un proyecto ilusionante en el bravo y tozudo corazón  de comunistas y libertarios, pero no en la realidad, porque el espacio que se le ha reservado es un callejón sin salida. Y con perdón, la salida Psoe, hoy, con este soe, no gracias,...con el Psoe anterior a Gonzalez, hubiera sido un honor caminar como hermanos.

A las pruebas me remito. Los ricos, una parte muy pequeña de la sociedad, cada vez más ricos, mientras la pobreza bate records. Y el Psoe tan pancho, colaborando, participando y justificando lo injustificable, sobre todo cuando en teoría, en esta democracia nuestra el voto de un pobre vale lo mismo que el de un rico. Sin embargo, de las urnas, poca justicia social  se desprende y empapa al pueblo, escasa solidaridad económica en el reparto de la riqueza que generamos entre todos, escasa protección del débil, tibia defensa de los valores constitucionales y de los de los derechos humanos. En las urnas buscan los necesitados soluciones que no se encuentran, gane el que gane, siempre ganan los mismos; las élites y los políticos.

El sistema está diseñado para que, aunque se quiera, no se puede cambiar nada; y si se cambia algo, hay mecanismos para revertir cualquier cambio que moleste a los que sacan tajada explotando, legal, democrática y constitucionalmente a una mayoría inerme, asustada, aturdida y engañada. Esta sociedad en que vivimos es, simple y llanamente, un negocio.


En este negocio global que se llama España, hace tiempo que dejamos de ser ciudadanos para pasar a ser poco menos que fichas de cambio. Somos consumidores compulsivos, contribuyentes puntuales y votantes leales. Estos tres pilares mantienen el tinglado canalizando la riqueza hacia las capas altas de la pirámide social, dotando de medios al aparato burocrático y administrativo y legitimando en las urnas un sistema sobre el que nadie va a rebelarse.  Cualquiera que se salga de este marco o no pueda cumplir con alguno de estas “obligaciones  ciudadanas” queda excluido de la sociedad y en serio riesgo de marginalidad y de ser etiquetado como “extremista y antisistema”.

En este negociete patrio todos tenemos nuestro papel: parados y miserables somos necesarios.

-          Los parados, porque un número suficiente de desempleados garantiza bajos salarios, la docilidad del trabajador y un ejército de limosneros, conformados con dos reales pero rentable, sincera y electoralmente agradecidos. El paro es un gran negocio y pilar imprescindible para el sometimiento de la clase obrera. Nuestro gran soe, con su estado limosnero del bienestar es el gran artífice de la castración del orgullo, la dignidad y la capacidad de lucha de una clase obrera sometida y dependiente de las dádivas ocasionales que nos venden como logros y que son engaños, paños calientes y mecanismos para eternizar la injusticia.

-          La pobreza, los desahuciados, los excluidos que ni limosna reciben, son imprescindibles por su valor ejemplarizante, para que todo el mundo vea lo que pasa cuando se sale uno del sistema. Es un crimen de lesa humanidad mantener bolsas ingentes de dolor, desesperación y miseria para que sirvan de escarmiento y ejemplo, para que la mano de obra agache la cabeza y no se plantee ningún movimiento extraño, para que el obrero esté más pendiente de no caer en la pobreza que de pensar en exigir lo que le corresponde por derecho, justicia, equidad y solidaridad; o lo que es lo mismo, que no le roben, ni le pisen, ni decida nadie por él.

Ya va siendo hora de acabar con el miedo, de acabar con esta máquina de meternos miedo. No somos niños, no existe el coco y el tío del saco es el que vemos en los carteles de las elecciones para votarlo. Es hora de enfrentarnos a los miedos y de descubrir que los muros insalvables que nos rodean, son artificiales, ilusorios y frágiles. Precisamente somos nosotros los que ayudamos con nuestro sometimiento a fortalecer y mantener los muros que nos impiden ver y conseguir nuestro horizonte. No somos ganado, no estamos en esta vida para ser explotados, no hemos nacido para vivir y morir en la indigencia intelectual, emocional, económica y social. Ya está bien.  

Que no cuenten con nosotros para mantener su chiringuito. Cuestionémonos absolutamente todo. Por decirlo de alguna manera, vivimos en un “matrix” diseñado para nuestro sometimiento y explotación en todos los sentidos, nuestro, y de la naturaleza y el planeta. Las sacrosantas leyes que nos imponen, con nuestra connivencia, hay que revisarlas, porque no son efectivas más allá de garantizar la indefensión frente al poder de una oligarquía económica nebulosa y política feroz y agresiva. Empecemos a pensar, porque hay mucho que pensar, que proponer y que hacer si queremos romper cadenas, salir de la esclavitud y plantar los principios para que nuestros hijos y nietos se desarrollen como personas verdaderamente libres, en un mundo decididamente justo, feliz, decente, creativo, respetuoso, humano y sostenible.

 


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