martes, 3 de octubre de 2017

La corrupción gubernamental endémica catalana, junto a su homónima del gobierno central, están consiguiendo crear una tormenta perfecta.

 Los políticos mueven la manivela y los demás, como los monos, bailando la música del organillo.

La corrupción gubernamental endémica catalana, junto a su homónima del gobierno central, están consiguiendo crear una tormenta perfecta. En un país donde nadie se tira a la calle a protestar y pelear frente a la putrefacta gestión de lo público, el robo a manos llenas, la burbuja-engaño inmobiliario nacional, la opresión, impunidad y salvajadas de los bancos frente a los vecinos, el hundimiento sistemático de la industria, comercio y agricultura,  las leyes abusivas y castrantres, inoperantes e injustas, lo inservible de la Constitución, la lacra de un paro creado ad hoc para bajar nuestro nivel de vida y espectativas de futuro, el robo de la dignidad de los trabajadores, la pobreza instaurada y generalizada, los millones de excluidos sociales, la inesistencia de lucha sindical, los impuestos abusivos, la pérdida de derechos reales, la democracia secuestrada y  una clase política que sería la vergüenza de la peor dictadura bananera; en un país indolente y resignado cuan burro harto de palos, sin embargo es muy fácil remover las calles y crear un alud imparable, solo hay que tirar la piedra en el lugar adecuado y, cuesta abajo y sin frenos, irá creciendo una bola incontrolable de despropósitos y estupidéz que inexorablemente arrollará al sentido común y ensordecerá a la masa. Somos así, estamos amaestrados. Arremetemos frente a los molinos y no hacemos nada contra la bota que nos pisa la cabeza.

Los que han montado esta tragicomedia saben lo que se hacen; los palos de la policía, el papel de los mosos, los escraches frente a los hoteles..., todo está medido para echar gasolina al fuego. Pero los heridos son obreros, con y sin uniforme, y es el pueblo el que se va a llevar todos los palos en cualquier caso y en todos los bandos. Los políticos mueven la manivela y los demás, como los monos, bailando la música del organillo. Así que o aprendemos a nadar y pensar por nosostros mismos o iremos siempre donde nos quiera llevar la corriente; el final siempre es ahogarse.

La zanahoria y el burro, el borrico y su zanahoria; la patria y el pueblo, el pueblo y su independencia…, y mientras los obreros, de uniforme o de paisano, se pelean en las calles, ya hay magullados y auténticos cardenalatos creados a base de verdugazos defendiendo la zanahoria, la utópica, idealizada, inmaterial e inalcanzable zanahoria. Me pregunto si al final tendremos exactamente lo que nos merecemos, lo que le quedó al pollino que tanto corrió detrás de la hortaliza anaranjada: los lomos molidos y los riñones reventados detrabajar, la misma hambre de siempre y la ilusión mantenida de que siempre nos queda muy poco para alcanzar nuestros anhelos..., dispuestos siempre a hacer un esfuerzo más.

Dicen que la mierda, con perdón, cuanto más se remueve, más huele, más se hace notar su presencia aún sin verla, más lejos llega su impronta y más difícil es ignorar su presencia. Como la mierda, con perdón, todo. Airear hasta la saciedad los conflictos en lugar de resolverlos, magnifica su importancia, distorsiona la realidad, aumenta el ruido, se les puede colgar muchos otros sanbenitos que los magnifiquen y radicalicen, y a ese río revuelto de desinformación y agresividad es cada vez más difícil poner un cauce lógico y razonado.

En la fábula, en Cataluña, en Marmolejo..., bien nos la han colocado, o abrimos los ojos o vamos a romper muchos zapatos corriendo detrás de una quimera; manipulados, dirigidos y explotados por unos crápulas e inútiles que siempre, siempre, siempre salen ganando. Mientras nos dejemos tratar como ganado tendremos las de perder, pagaremos con creces el escaso pienso que nos arrimen, lo pagaremos con la esclavitud y la vida, la nuestra y la de nuestros hijos, y la de los suyos, y así hasta que, simplemente, alguien se quite las anteojeras y mire a su alrededor.

No es difícil identificar a los que nos manejan, son los que viven a costa nuestra, los que piensan por nosotros, los que nos ponen las zanahorias delante, los que se llevan el rendimiento de nuestro esfuerzo, merman nuestra capacidad de decisión y participación e hipotecan nuestro futuro. Generalmente, siempre, son parásitos que no aportan nada, que no producen nada tanjible, que se parten el pecho por organizarnos la vida y la hacienda, que nos dicen lo que es bueno o malo para nosotros, que nos indican  lo que hay que pensar, decir, hacer o votar para que nos vayan las cosas mejor..., aunque nosotros lo único que notemos es que a los que les va mejor es a ellos.

Zanahorias hay muchas, y no es difícil ponérselas delante a la clase trabajadora y humilde que siempre aspira a mejorar sus condiciones de vida. La cultura política e incluso democrática brillan por su ausencia, todo  es susceptible de reinterpretarse, los valores son cambiantes y la desorientación constante. Todo el mundo tiene la razón, nada es blanco o negro, todo es disculpable y asumible, porque todo es relativo y relativizable..., el río continuamente está revuelto, las aguas turbias y las opciones son escasas o no están claras. Lo único que se distingue siempre claro, nítido y refulgente es la zanahoria; ahí está solo hay que hacer un pequeño esfuerzo y cogerla, que nadie nos la quite, que ya es casi nuestra... Qué burros!!!

O qué incautos, inocentes, insensatos, imprudentes, crédulos, ingenuos, primos, cándidos etc..., sea lo que sea, la fórmula funciona a la perfección.

En Marmolejo llevamos muchos años de experiencia al borde del surrealismo institucional, la zanahoria del trabajo abundante, las casas regaladas, las obras fastuosas y todo un repertorio de promesas inviables, incumplidas, innecesarias, inventadas e incontroladas, pero muy eficientes a nivel electoral.

La penúltima función de este teatro continuo entre el surrealismo, astracán y el esperpento, que supone la actividad del incompetente y anodino gobierno municipal, después de hundir un poco más la Expo,  ha sido la reinauguración del museo de arte contemporaneo. Si la inauguración fue ya un espectáculo fuera de control, con faralaes, paseillo y procesión, donde una clase política que no dá puntada sin hilo, y que iba a lo suyo, no dudó en humillar al pueblo agasajando a una aristocracia trasnochada y caduca, a la que regaló un espacio que debiera de ser la Casa de la Cultura para dejarla en un museo que aumentaba las posibilidades de negocio y pelotazo urbanístico en las lindes del parque natural. Pero esta historia y lo que está pasando ahora merece una reflexión aparte.

1 comentario:

  1. Ya ha hablado el Capitán General del Ejercito, ha marcado los objetivos y ha dado la orden al Gobierno. El barbas, como su padre, va a liderar su propia campaña de salvación nacional. Un golpe en la mesa de los que tienen que garantizar la Una, Grande y Libre, no es moco de pavo. Ahora el gobierno aplicará medidas que serán consideradas menos extremas, por duras que sean y, poco a poco o de golpe, a la velocidad que ellos quieran empezarán a controlar y modular las calles y la "revuelta de la extrema izquierda", porque la derecha catalana se desmarcará.

    El plan está funcionando y así hasta que hayamos dado un paso atrás de treinta años, los obreros estén calladitos con la miseria patria del mil eurismo, falsa democracia y paro endémico, los catalanes, unos se callen y otros canten aquello de "soy español..." y la derechización alcance los niveles cómodos y seguros que necesitan los poderosos para seguir con sus fechorías y el control de la masa.

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