viernes, 31 de diciembre de 2021

FELIZ NOCHE VIEJA.

 HASTA EL AÑO QUE VIENE...

Como si fuera mañana mismo.

Hoy dan los mismos números que ayer. El COVID se tomará las uvas con nosotros y juntos afrontaremos un "feliz y próspero" año nuevo; para unos más que para otros.

Termina 2021, y ni siquiera he felicitado las fiestas. Sea porque no tengo la sensación de que estemos celebrando gran cosa, sea porque de verdad no haya mucho que celebrar, en cualquier caso merece la pena pararse a desear parabienes y mercedes, ventura, fortuna y bonanza, pero sobre todo Salud a vecinos, amigos y cuantos tengan ocasión de pararse un momento a leer estas líneas. Y a los que no, por extensión, por simpatía y bienquerencia, también vaya a ellos nuestros mejores deseos, aunque nunca lo sepan, ni nos devuelvan agasajo enjabonado y lisonjero. Felices fiestas a todos, Salud y, por lo más grande, que el año próximo sea mejor que los anteriores, mejor que este, diferente y venturoso.

Creo que todo el mundo, en este final y principio de la rueda del tiempo, andamos pidiendo lo mismo. Sin pedir mucho, solo Salud y que al entreabrir la puerta del futuro se vislumbre un advenimiento medianamente positivo, tímidamente esperanzador, diafanamente aceptable, recomendable, tranquilizador y humanamente potable. Solo pedimos eso. Poco a decir verdad. Lo que pedimos no es sino una versión cuasi optimista del "Virgencita, déjame como estoy". 

Ya no se pide la Luna. Aquellos tiempos pasaron, y ya ni nos atrevemos a soñar con ella. El paraíso queda lejos, muy lejos. Lo hemos aprendido dolorosamente a palos. De hecho llevamos aprendiéndolo desde que lo abandonamos.

Es curioso, si pensamos que, según nos contaron, el hombre fue creado para el paraíso, literalmente, para vivir en la abundancia, sin enfermedades, sin dolor ni muerte..., y hay que ver como hemos terminado. Fuimos, nuestros tatararararabuelos, expulsados del Edén por el primer casero del que se tiene noticia, en el primer desahucio de la historia, y ahí ya aprendimos lo que era la propiedad privada, y nos dimos cuenta que lo bueno tiene dueño y siempre es otro, nosotros nada. Encima fuimos maldecidos con lo más cruel que se le ocurrió a un dios: la maledicción del trabajo y la existencia como fuente de sufrimiento. Vaya tela!

Hay que jorobarse, que nos tocó un marrón que ya se hace pesadito, y eso que la vida solo es la antesala de otras condenas infernales que te cagas... Ojo, que dios aprieta pero no ahoga, y tenemos garantizado, en casi todas las religiones, que aunque llevemos una vida de mi...., si somos buenos, si no metemos la pata, si no nos da por preguntar lo que no debemos, si no pedimos el libro de reclamaciones, si somos tan listos como para morir tontos, si hacemos lo que nos digan..., seguiremos llevando una porquería de vida, pero... habrá premio gordo detrás de la última puerta (literalmente la última, la del ataúd), y tendremos paso franco, vía libre al cielo, edén, elíseo, empíreo, jauja, gloria, nirvana, vergel..., o sea lo que sea, se llame como se llame. No, ni ná!

Cojonudo!!! Así se cierra el círculo y volvemos a casa, a nuestro estado natural, al paraíso. Pero algo falla. Digo yo. Algo no cuadra. ¿Era el Paraíso una jaula chévere que diseñaron para nosotros y nuestro deleite, (o nosotros para ella)? o ¿Es una contrapartida ultra dimensional espiritual, de un contrato intangible, oneroso y no endosable?

Yo no sé nada del Edén, nunca lo vi, pero si sé del sufrimiento, con él nos acostamos y con él nos levantamos. Sé de Deimos y Fobos. Sé del dolor, se nota, se huele, se ve, se toca, se mete en el alma, los huesos, el corazón y asfixia, ahoga, entierra, parte en trozos irregulares la carne, los nervios, las voluntades y el entendimiento, doma y somete, rinde y corroe la existencia. Al dolor lo acompaña el miedo, su hermano gemelo su nuncio y su eco. El miedo anticipa el peligro, lo respiramos, nos dirige y ay del que no lo tenga. Lo llevamos en nuestro ADN, miedo es lo primero que sintieron Eva y Adán al poner un pie fuera de nuestro (y no suyo) Paraíso, puede que lo primero al nacer, y seguro que lo último que experimentamos cuando cerramos los ojos "camino de su (que no  nuestro) Paraíso".

No sé nada de Campos Elíseos, ni de Aaru, ni del Nirvana o del Valhala... 

Mañana será oro día. 

Feliz Noche Vieja.


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