Lunes, negro omicrón (el color de moda).
Hoy se puso en marcha de nuevo el contador de bajas pandémicas, y nos han dado el parte de guerra actualizado, para que podamos seguir la evolución de las trincheras médicas. Entre los sesgados datos oficiales, el errático civismo y caprichosa conciencia del vulgo a la hora de autodeclararse reos de insalubridad pública manifiesta, la sordera del desbordado sistema sanitario ante los insípidos lamentos de los positivos más o menos asintomáticos, y los campos de minas mediáticas, imposibles de atravesar sin que nos revienten en la cara toda suerte de manipulaciones, mentiras y sapos envenenados, no tengo ninguna duda de que, con el menú de cifras, tenemos comidilla suficiente como para picar, almorzar, empacharnos y algunos hasta para tener cagaleras.
Aquí, donde todo se pega menos lo bonito, la variante Omicrón campa a sus anchas. Esto que tanto acojona a unos, se la trae al pairo a otros. Lo que, como siempre, crea desconcierto, alarma, incertidumbre, incita a un amplio abanico de actitudes desde escepticismo incrédulo de bastantes, a la postura genuflexa de los que se ciscan en la mater paridera familiae de quienes nos la están metiendo doblada. Puñetero negocio, lanzan un veneno, llámese COVID con sus apellidos, variantes, idas y venidas, andanzas y periplos, misterios, sinsentidos y contradicciones, y luego, ahora y mañana, nos venden el antídoto (con permiso de otras epidemias de viejos y nuevos virus que piden paso en la productiva arena de este circo abierto a todos los públicos).
Los números hoy en Marmolejo:
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