jueves, 14 de mayo de 2020

Los que de verdad tienen miedo, hoy, son ellos

 El cambio viene solo, si no lo impiden los que nos quieren "salvar" de la ruina.

Lo que salga de esta oportunidad histórica, ya se verá.

Cuando pase un tiempo, se hará balance de oportunidades perdidas y aprobechadas. Lo malo es que los balances en este país, desde mucho antes de los Reyes Católicos, los hacen los vencedores, que siempre son los mismos.

Y digo vencedores por pura lógica, porque este es principalmente un país de vencidos. Hemos perdido todos los trenes habidos y por haber, y seguimos tan panchos, creidos de que somos ejemplo de ejemplos, o sea, lo que nos cuentan los que mandan.

Julio Anguita, que sigue estable y luchando por su vida, en un artículo publicado el pasado ocho de Mayo, se preguntaba, aunque sin perder la esperanza, si esta no era una oportunidad perdida. Y a lo largo de las últimas semanas no ha escatimado esfuerzos para dejar una propuesta de futuro de una sencillez revolucionaria, no por repetida carente de lógica y de aplastante obviedad, que si de esta salimos garantizando la puesta en práctica real de la  Declaración de los Derechos Humanos y la Costitución Española, ya habremos dado un gran paso. Simple y diáfano, brillante, pero por desgracia utópico. Pedir lo que se entiende que ya deberíamos de tener, pero que nunca hemos tenido, es un acto de valentía no exento de reproche; no nos podemos conformar con menos.

Si solo nos pararamos a mirar, a interpretar la realidad que nos rodea en clave de oportunidad histórica para la sociedad en general y la mayoritaria clase trabajadora en particular, veríamos una estampa muy diferente a la que nos están pintado delante de nuestras propias narices. La magia de la transustanciación de la realidad, con el capital y sus lacayos políticos como oficiantes, está empezando a hacer efecto, y la esperanza, se está convirtiendo en miedo, el futuro se convierte en vuelta al pasado, la oportunidad en un sueño de locos...

Si se mira bien, estamos superando una coyuntura que pide a gritos un cambio profundo en lo económico, lo social y lo político. Viene solo y rodado, por sí mismos, los tiempos, están trastocando las condiciones de vida de toda la sociedad, al punto de que el cambio real y profundo, no solo es posible, sino que es inevitable. Es el devenir natural que tenemos por delante; lo contrario sería remar contra corriente arrimando el ascua a la sardina del sistema de los que históricamente ha dirigido, explotado y parasitado a la sociedad española y mundial.

Sin comerlo ni beberlo, por una serie de desgraciadas circunstancias, por una epidemia de carácter global y pagándolo a un precio privativo, con decenas de miles de muertes; la realidad mundial ha cambiado. España, como otros paises, lleva casi dos mese en una especie de "huelga involuntaria" y sobrevenida. Es una crisis en toda regla, pero por eso mismo, si entendemos crisis como oportunidad, es una oportunidad como no la vamos a tener en mucho tiempo. Los grandes capitales no quieren que nos demos cuenta de que lo que de verdad mueve la economía es la fuerza y la voluntad del obrero. Ellos solo están para llevarse una abusiva plusvalía a base de manipular la sociedad y la información, ayudados por legiones de políticos parásitos. Los que de verdad tienen miedo, hoy, son ellos: y no debemos de ejar pasar la oportunidad.

El Estado está reaccionando con la protección de la economia, mediante la protección de los obreros, las empresas y las familias. Pero puede hacerlo mejor a la hora de concretar, propiciar, extender y consolidar la protección y las ayudas necesrias para conseguir objetivos concretos, innovadores y precursores de una nueva forma de organizar y entender el futuro de los pueblos de España.

La protección social es básica, y los avances que se están proponiendo en este sentido son tan imprescindibles como esperanzadores. Pero no ha de tratarse de limosna, nada más lejos, es cuestión de Justicia social y económica. Ha de recuperarse la dignidad de la sociedad en general, la clase obrera y el empresariado. Hay que buscar un equilibrio en el que el capitalismo voráz no tenga cabida, la dignidad del obrero no se ponga en la picota y la clase empresarial obtenga una recompensa justa y satisfactoria a sus esfuerzos. No es difícil y ahora lo tenemos a la mano.

Garantizar salarios, atenciones, derechos básicos y precios justos deben de conformar un compromiso amplio, sencillo y ambicioso que contemple la solidaridad entre las personas, y proteja del sin sentido de la economía neoliberal darwiniana, agresiva, esclavista y empobrecedora. a las sociedades en general.

Precios justos en una agricultura de proximidad, de calidad y con un clara apuesta por los cultivos sociales, arraigarían las poblaciones rurales, elevarían la calidad del producto y la calidad de vida, disminuiría la contaminación y rebajaría notablemente la presión de la emigración de la mano de obra rural hacia otros sectores como la construcción y la hostelería.

Una hostelería de calidad, formada, estable, dignamente pagada y a unos precios justos, mejoraría su imagen, rendimiento, oferta y beneficios, para todos. Somos un país que tiene mucho que decir en este sector, y el peso del mismo es muy importante, pero no podemos aplicar aquello de "a mala hierba, buen brazado". El sector de la Hostelería no puede ser sinónimo de precariedad, escasa calidad e inestabilidad endémica. Y ahora tenemos una oportunidad de oro para empezar de cero con los deberes hechos, las cosas claras y fe en el futuro, con fuerza, optimismo y el apoyo de todos.

De la misma manera, con ayuda y con un plan de actución que elimine carencias y errores pasados, entre todos podemos dar la vuelta en los diferentes sectores a esta situación que nos venden como ruina, pero que solo es una oportunidad.

Nos están vendiendo que es el obrero, el que está arruinado y pasando hambre, el que necesita volver sumiso y urgente a caer en las manos del sistema y los empresarios salvadores, y depender de la suerte de ellos. Eso es una burrada. Hay que contruir, como siempre, desde abajo, no desde arriba. Hay que crear ciudadanía, no esclavitud. Hay riqueza para todos, suficiente y sin problemas, la voracidad de unos cuanto no ha lugar; no es de recibo que alimentemos la ambición de unos cuanto millonarios con el hambre y la desesperación de millones de pobres.

Para ser felíz no son necesarias demasiadas cosas. La infelicidad le trae la ambición desmedida de tener, consumir, gastar y acumular coasa que no necesitamos. Y esa carrera sin sentido es la zanahoria que nos ponen delante los que nos quieren vender felicidad a cambio de esclavitud y la vida.

No caigamos en viejos clichés. Cambiemos el chip. Cuestinémonos el pasado y el presente para construir un futuro nuestro, alejémonos de los planes y proyectos que tienen para nosotros, porque no nos convienen, ni a nuestra salud, ni a nuestra familia, ni a nuestro bolsillo, ni a nuestra libertad y calidad de vida. Y a los politiquillos que nos quieren llevar al huerto, que les den; a esos si que les ha llegado ya la hora. A esos si que hay que castigarlos con la indiferencia, que se vayan a parasitar a otro sitio. El pueblo debe de tomar, por fin y de verdad, las riendas. Otro mundo es posible.



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