A ver si espabilamos. Que no se diga. Nos enseñan la pelotita y corremos detrás como si nos fuera la vida en ello. No es que entremos al trapo, es que pedimos trapo, si no nos están dando caña y coba, lo echamos de menos. Esto en sí ya es malo, pero lo peor es que la película no ha hecho nada más que empezar.
No nos importa el fondo, la chicha, lo importante, el meollo, lo sustancial y fundamental, no, en lo que nos fijamos es en la forma, los colorines, las luces, lo nimio, las tonterías, lo banal, lo anodino, lo superficial. No nos inmutamos por lo que hacen con nosostros, lo que nos perjudica y agrede, solo nos molesta como lo hacen, los detalles. Es la insana idiosincrasia de un pueblo educado para tragarse cualquier contenido sin reschistar, preguntar o cuestionar la naturaleza y consecuencias de lo que ingiere, siempre que el continente los entretenga, encandile o simplemente sea trivialmente cuco. Vamos, que si la caja es bonita, compramos sin mirar lo que hay dentro.

Hubo un tiempo en que las crisis significaban cambios. La historia ha sufrido una evolución constante a base de ellas, en la que, con el tiempo, suceso tras suceso, invasiones, guerras, epidemias, avances tecnológicos y cambios climatolígicos, entre otras circunstancias, han ido modelando cambios necesarios que han supuesto los avances reales, mejores o peores, pero avances que conforman la historia evolutiva. Las graves crisis que en el mundo moderno han sido, si nos fijamos, han ido decreciendo su eficacia transformadora, la evolución tecnica que marcan los tiempos no necesariamente implica evolución en la justicia económica o social, más bien todo lo contrario, se puede hablar de involución.

Abramos los ojos, dejémonos de tonterías, que nos están robando la cartera y el futuro todos los días, que nos entretienen con le pajarito, que nos cuentan milongas, que nos conforman con el chocolate del loro, que nos dan una y se llevan siete, que se las apañan para que al final pagemos y pagaremos siempre nosostros... Que es nuestra sangre y nuestro sudor lo que alimenta la máquina que nos esclaviza y aplasta. Alimentamos nuestra decadencia y a nuestros explotadores. Hace tiempo que hemos perdido la capacidad de decidir nuestro rumbo y futuro, en la teoría nos dicen que tenemos una serie de privilegios, pero en la práctica son paja y solo nos recuerdan las obligaciones.

No seamos niños, abramos los ojos y que esta oportunidad sea para la clase obrera, para desatascar la evolución hacia una sociedad más humana, solidaria y justa. Porque la fase en la que estamos varados va hacia atrás buscando la noche y, como no hagamos nada, la "nueva normalidad" será la vieja esclavitud.
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