viernes, 9 de septiembre de 2011

“Hace un año estábamos al borde del abismo. ¡Hoy hemos dado un paso al frente!”EL PSOE parece empeñado en dejar siempre una terrible herencia después de pasar por el gobierno: dejar a un PP legitimado para hacer lo que quiera.

Corre Rubalcaba, corre

Juan Carlos Monedero
Comiendo tierra


“Camina o siéntate, pero no te tambalees“

Yunmen Wenyan

Señales para confundir

En las encrucijadas, un paso en falso te aleja kilómetros de la meta original. ¿Quién dijo que los tiempos son sencillos? Cuadrillas de despistadores profesionales llevan tiempo cambiando la dirección de las flechas, los nombres de las poblaciones, la distancia que resta al lugar al que te diriges. Han inventado también nuevos signos de difícil interpretación que, como en los bares pretenciosos, no dejan claro cuál es el baño que corresponde a damas y cuál a caballeros. Señales que anulan el pensamiento. Signos que no son sino el libro de autoayuda del moribundo sistema. Señales que marcan con fiereza simbólica el camino al tiempo que hacen lo posible para que pienses que es tu libertad la que escoge. Si acaso miraras un momento atrás, sentirías que te alejas y te alejas. Corre Rubalcaba, corre.

Bajar impuestos a los ricos, dicen esas señales, es de izquierdas. Al igual que lo sería cambiar los gravámenes directos –donde el que más tiene más paga- por impuestos indirectos, como el IVA, que tratan a todos por igual. Tiran una vez más al basurero de la historia a los pensadores que vieron con claridad cuando todo era menos confuso. Marx, repiten, está muerto, mientras golpean con el talón para apelmazar la tierra que lo encierra dos metros más abajo. De los demás, no recuerdan ni siquiera el nombre. Para ocupar el vacío, gritan contundentes, con nostalgia de sesentayocheros con el esparadrapo por dentro, que no son de aquí ni son de allá, mientras acarician un gato de incierto color que sólo caza ratones colorados.

Convencer con la teoría, golpear con la práctica

Los maestros de la confusión han olvidado la diferencia entre la teoría y la práctica, y gritan con convencimiento que el mercado es de izquierdas porque garantiza la competitividad. Sin rubor vuelven a afirmar que la ley está hecha para defender a los débiles de los poderosos (como si a Pashukanis no lo hubiera asesinado Stalin por decir lo contrario). También se atreven a mascullar que los contratos laborales son acuerdos libres entre ciudadanos libres, como si el capitalismo fuera ese sueño de pequeños propietarios que pensaron algunos liberales del siglo XIX. Los mismos a los que les asustó la fuerza del socialismo. Nos ponen a discutir con la teoría y no con las prácticas, y se olvidan de que con ese quehacer nos dedicaremos solamente a interpretar el mundo mientras que otros se siguen encargando, con rigor de hormigas-soldado, de transformarlo.

Dice esa peculiar guía Michelin del pensamiento de izquierda –mientras todo un Ministro de Trabajo intenta no mover ningún músculo de la cara aun al precio de entumecerla- que es mejor estar empleado que estar desempleado. Posteriores pasos sin incurrir en deslaves ontológicos están servidos: ¿no es acaso mejor cobrar algo que no cobrar nada? ¿Tú qué quieres, un puesto de trabajo o un contrato? ¿No es mejor ser esclavo y comer que estar desempleado y morirte de hambre? Bueno, tu jefe se adueña de partes de tu cuerpo que no están en ningún convenio y te dice que seas cariñosa, pero ¿prefieres quizá estar mano sobre mano en tu casa? El pensamiento debe adaptarse a las circunstancias. Corre Rubalcaba, corre.
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