Tres paradas en una vuelta por Marmolejo.

Tres. Las palmeras de la carretera Andújar, vuelven a estar desmadradas, los vecinos que pasean por las aceras o van a comprar por la zona, vuelven a darse en la cara con ellas y a estar molestos. No es para menos.

Sabemos que, intencionadamente, el personal de jardinería es escaso y que se quiere hacer ver a los vecinos que lo mejor sería contratar una empresa para el servicio. Mal andamos si el lema a seguir en el consistorio es "que cuanto peor, mejor", ya que además de no ser ético ni justo con los obreros, no engaña a nadie y el dejar de atender correctamente las obligaciones del cargo a conciencia puede llegar a ser hasta grave.

Hagan lo que tengan que hacer, pero atiendan las necesidades diarias de los jardines del municipio que parados no faltan, por desgracia, para emplear en estos menesteres.

Dos. Entre estas dos imágenes, han transcurrido dos meses y medio, tiempo más que suficiente para que alguien del ayuntamiento hubiera pasado por el jardín en cuestión y lo hubiera limpiado.

La táctica, por lo visto, es otra y consiste en dejar las hierbas crecer hasta que cubran las basuras y así se elimina el problema.

Ingenioso sin duda, pero más guarro planteamiento no creo que haya en la historia reciente de la jardinería española.

El jardín de las fotos, por su situación, es uno de los más visitados del municipio, ya que se encuentra en el paso hacia las escuelas, frente al ambulatorio y junto al museo y plaza de abastos. Por allí pasa medio pueblo, pero no el jardinero, ni el concejal interesado, ni el alcalde, ni el de la limpieza o cualquier otro responsable municipal. Y si pasan con mirar para otro lado tienen bastante.

Luego se les llena la boca de lo que quieren a este barrio que además de desgraciarlo en cuestión de tráfico lo tienen abandonado de la mano de la basura. A las fotos me remito.

Una. La mentira en boca de algunos queda muy fea y más aún si la visten de verdad irrefutable ante las cámaras de la televisión local y en un pleno. Mentir es fácil y con el tiempo se llega a hacer de forma compulsiva y recurrente sin pensar que, muchas veces, es más fácil aún desmontarla.

Los ladrillos se están muriendo de risa, esperando a unos albañiles que no llegan a la obra de la piscina cubierta, mientras que el máximo edil se retrataba en el pleno diciendo y asegurando que allí se estaba trabajando. Si lo dice el alcalde, será verdad, piensa el común de los vecinos cuando ve sus declaraciones en el consistorio. Luego, solo hay que irse al paseo para comprobar que algo falla y desde hace semanas, que son las mismas que la obra de la piscina lleva parada sin observarse más movimiento que el de la triste figura del encargado a modo de vigilante o algún fontanero que esporadicamente pone algún bajante de pvc.