Ante esta pandemia, somos todos iguales.

La recuparación es un reto de justicia social.

Hay quien sentencia que "los dineros tendrían que ser como los ajos, que no valen de un año para otro" y nadie le puede quitar el poderío a este aforismo.

Hoy, cuando se habla de 514 muertos ayer y 738 en este último día, cuando gran parte del país permanece recluido, por la cuenta que nos trae, nos estamos percatando de que el simple hecho de este aislamiento, en el que no pasa nada, es en sí mismo un suceso interesante que invita a reflexionar.

Cuarentena guardamos todos, y restringidos los movimientos los tenemos igualmente todos. Digamos, sin miedo a equivocarnos, que el confinamiento es una medida ejercida de la forma más democrática posible en cuanto su ejecución. Independientemente de las clases sociales, todo el mundo está en su casa con las mismas restricciones y pudiendo solo desplazarse para lo básico. Todos estamos al alcance de la enfermedad si nos descuidamos y, por mucho dinero que tengan algunos, por muy lujosas que sean las viviendas de los privilegiados, si quieren salvar la vida, tienen que quedarse en casita. Se constata que los millones no son un blindaje impenetrable ante la dura realidadde la enfermaedad y la muerte.

Se oye decir, de cuando en cuando, en las películas americanas, que "Dios creó a los hombres, pero fue el sr. Colt el que los hizo iguales". Nuestra cultura popular no tiene que recurrir a máximas tan prosaicas, y podemos citar, por ejemplo, a Jorge Manrique para hablar de la igualdad ante la muerte, "allegados, son iguales los que viven por sus manos e los ricos". Hoy es el COVID-19 ek que nos hace iguales.

Un rico y un pobre, estos días en que sobran los coches, la ostentación, el boato, la pompa y los excesos sociales, han de conformarse con similares prebendas,  solo necesitan un chusco de pan y un plato de potaje,  de pasta, ensalada o un poco de asado. Hoy, en estas circunstancias, por así decirlo,  sobran los millones, o no representan una ventaja tan ostensible como pudiera paracer. Hoy se valora y necesita sobre todo la solidaridad y el calor de la familia, por lo que poderosos y menos pudientes han acortado distancias. Al mismo tiempo, los excluidos y sin techo son atendidos especialmente, aunque quizá sea para evitar que contagien a los demás si ellos, los sin techo, se contagian. Aún por este motivo egoista es bueno que la sociedad que tantas veces les ha dado la espalda, ahora los atienda dignamente.

Es para ponerse a pensar. Parece que hay voluntad de atender muchos supuestos que nunca antes se protegieron con esta determinación. Y se está demostrando que el dinero, por sí mismo, si no se mueve, no genera más dinero, que las diferencias económicas y sociales se acortan en tiempos de necesidad y, sobre todo, se da escandalosamente la razón a los que pensamos que lo verdaderamente importante es atender las necesidades de las personas, sobre todas las cosas, que hay riqueza suficiente para ello, que la acumulación desmedida de capitales no trae nada bueno, solo genera carencias, una absurda asimetía social y económica, moralmente detestable, en la práctica perniciosa y, en especial, se está verificando como verdad universal e inamovible que todos somos iguales..., lo que, en estas horas especiálmente complicadas e históricas, está resultando ser cierto.

Estos son los mimbres con los que hay que afrontar el futuro, con los que se debe empezar a orientar la oportunidad que se nos ofrece al emprender la recuparación. Más justicia social, redistribución de la riqueza en pos del equilibrio social y acorde a la cubrir las necesidades de toda la sociedad, sanidad pública y de calidad...., hay muchos retos por delante y un verdadero "cambio" que ejecutar.