Democracia…trampa.
Dicho así parece fuerte. Si analizamos los principios que deben sustentar una sociedad mínimamente democrática, vemos que no, que no es exagerado. Hay trampa: “entre lo dicho y lo hecho”.
Se han invertido los términos; los que mandan son “ellos”, convertidos en castas alejadas del pueblo, de los intereses del pueblo, del mandato del pueblo. A todos nos tienen a su servicio… y “ellos” al servicio de sus egoísmos, de su partido, o de otros objetivos inconfesables. No hablo, ahora, de corrupción.
Sres. “señorías”: yo nunca he votado que privaticen la sanidad, las enseñanzas, que recorten las pensiones, que se obligue a media España a emigrar, que cada día seamos más pobres, que aumenten las desigualdades, que destruyan el trabajo y a los trabajadores.
Mi voto, -cada cuatro años- no les legitima a engañarme. Sus promesas no cumplidas, sus decretos ley, que no figuran en ningún programa; creo que ni en la constitución algún “decreto”.
Ni mi voto, -ni ninguna mayoría-, les autoriza a desmantelar el estado de bienestar social a favor de las cajas de ahorros, de la banca. Nunca les di “carta blanca” para que compren más material bélico o antidisturbios, - ¿a que tienen miedo? -, y a su vez rebajen becas de estudio e investigación, por ejemplo.
“Señorías” sus trampas con el lenguaje son mentiras, mentiras y chulerías que ofenden hasta al más humilde español.
Es patético oírles hablar de la “Marca España” y que, en coherencia, dignidad y respeto sigan ahí; con todo ese poder y privilegios que ni les hemos dado ni se merecen.
Mariano Jurado Arcos. 20/9/2013
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