SOBRAN LAS PALABRAS y falta la Razón.

Cuando falta la razón, sobran las prohibiciones. Se prohibe el paso, se levantan muros y se cortan los caminos, los viejos caminos de toda la vida, (el del servicio al pueblo con coherencia, el del respeto a las leyes que emanan de este y el de la transparencia a ultranza). Los caminos que siguieron demócratas de todos los tiempos y llevaron a hombres y mujeres a pelear para defenderlos en la sierra, en la escuela, en las calles, en los salones de plenos y en la trinchera.

Pero siempre hay alguien que en nombre de la Libertad coarta a sus iguales, quien en nombre de la igualdad se sube en lo más alto del púlpito para ejercer, en el nombre de la democracia, el poder más absoluto.

Entonces se ve lo que no es de creer: al verdugo pidiendo protección policial frente a las víctimas, al garante de la palabra, prohibiéndola e insultando al que la usa y al representante electo del pueblo y su ansia de libertad, no dejando ejercerla a sus iguales. Y entonces se siente vergüenza e impotencia y no se reconoce la lucha y uno piensa que esta no es su pelea. Que debe de haber un error, que por esto no se luchó y se ganó, aunque tarde, una guerra.

Quizás sea que tenemos más corazón que cabeza y que no entendemos de altas estrategias, como no entendemos de malos modos, ni de desprecios, ni de prácticas caciquiles que solo traen miserias.