El coordinador general de IU pelea por unir a la coalición y alerta de la falta de conciencia trabajadora
Daniel S. Caballero , |
El coordinador de IU, durante la entrevista con ADN.
Sylvain Cherkaoui
Tiene dos grandes preocupaciones, "4,5 millones de parados" y "una ley electoral injusta" que condena a IU al silencio, que desliza repetidas veces durante la entrevista. El coordinador general de IU, Cayo Lara (Ciudad Real, 1952), afronta la ingente tarea de resucitar a una formación que llegó a tener 21 diputados con Julio Anguita pero está bajo mínimos desde 2008.
¿Qué le pasa a la izquierda? ¿Qué le pasa a IU?
Hemos pasado ocho años de calvario, con guerras internas. Pero la IX Asamblea decidió que todo el mundo es necesario: el PCE, independientes, ecosocialistas, republicanos. Se forja un discurso centrado en la contradicción capital trabajo sin obviar el tema verde. La socialdemocracia ha fracasado porque renuncia a la propia socialdemocracia, a la intervención pública del Estado en la economía mixta, y se produce un desencanto. No se ha encontrado la alternativa. Es una etapa de poco tejido social y político, y mucha desarticulación.
¿No da la sensación de que hablar de capital trabajo y lucha de clases suena antiguo?
Le podemos poner los adjetivos que queramos, pero la lucha de clases sigue existiendo. Hay gente con un salario de 56.000 euros al mes a costa de algo, no de su sacrificio personal, y una inmensa mayoría que gana menos de mil euros. Se ha dado por bueno que la existencia de los ricos y de gente que lo pasa muy mal es consustancial a la vida. Hay una pérdida de ideología. Tenemos que retomar conciencia de clase porque las clases siguen formando parte de nuestra sociedad. La explotación de los trabajadores se produce. No planteamos cortarle el cuello a nadie, pero defendemos la intervención pública del Estado en la economía.
¿Cómo pretende resolver esta situación?
Hemos pasado un momento dulce, en el que incluso la clase trabajadora ha decidido especular. Se ha dado una relajación en los sectores intelectuales, la gente comprometida de la izquierda, que ha tenido siempre como función aconsejar, instruir, explicarlas cosas. Se ha producido una pérdida de conciencia mientras la derecha se sigue rearmando. En eso estamos, en que la gente sienta que no hay que renunciar a lo público y a conceptos tan básicos como que pague más quien más tiene.
Parece que les cuesta mucho difundir su mensaje.
El boca-oreja es muy complicado, somos una organización débil económicamente y muy castigada por la ley electoral. Deberíamos tener 14 escaños en el Congreso y tenemos dos.
¿Da por terminadas todas las disidencias internas?
No del todo, pero sí estamos cerrando una de las más importantes, la de Asturias. Hay un hueco abierto en Jaén, Extremadura, Salamanca... No podemos dividir más la izquierda.
¿Por qué le cuesta a la izquierda tanto unirse? Derecha sólo hay una...
La derecha tiene una ideología sólo: el dinero. En la izquierda nos atomizamos porque hay demasiadas cabezas de ratón. No es posible que haya tantas ideologías y tanto personalismo. Somos más autocríticos.
¿Cree que es realmente posible cambiar el sistema?
Si hay mucha gente que lo decide, es posible. Pero eso se hace de manera organizada, no sólo con pancartas. Los que deciden son los que controlan los aparatos del Estado. La izquierda debe avanzar en representatividad institucional.
¿Aprenderemos algo de esta crisis?
Tenemos la obligación, sobre todo la clase trabajadora. Sino, difícilmente vamos a defendernos ante otra crisis igual, en la que los castigados sean los mismos. Si no, tropezaremos 40 veces con la misma piedra: seguir apoyando el neoliberalismo, mayor poder de las multinacionales y menor del Estado; y unos ciudadanos de base que se convierten en consumidores pasivos.
¿Qué le pasa a la izquierda? ¿Qué le pasa a IU?
Hemos pasado ocho años de calvario, con guerras internas. Pero la IX Asamblea decidió que todo el mundo es necesario: el PCE, independientes, ecosocialistas, republicanos. Se forja un discurso centrado en la contradicción capital trabajo sin obviar el tema verde. La socialdemocracia ha fracasado porque renuncia a la propia socialdemocracia, a la intervención pública del Estado en la economía mixta, y se produce un desencanto. No se ha encontrado la alternativa. Es una etapa de poco tejido social y político, y mucha desarticulación.
¿No da la sensación de que hablar de capital trabajo y lucha de clases suena antiguo?
Le podemos poner los adjetivos que queramos, pero la lucha de clases sigue existiendo. Hay gente con un salario de 56.000 euros al mes a costa de algo, no de su sacrificio personal, y una inmensa mayoría que gana menos de mil euros. Se ha dado por bueno que la existencia de los ricos y de gente que lo pasa muy mal es consustancial a la vida. Hay una pérdida de ideología. Tenemos que retomar conciencia de clase porque las clases siguen formando parte de nuestra sociedad. La explotación de los trabajadores se produce. No planteamos cortarle el cuello a nadie, pero defendemos la intervención pública del Estado en la economía.
¿Cómo pretende resolver esta situación?
Hemos pasado un momento dulce, en el que incluso la clase trabajadora ha decidido especular. Se ha dado una relajación en los sectores intelectuales, la gente comprometida de la izquierda, que ha tenido siempre como función aconsejar, instruir, explicarlas cosas. Se ha producido una pérdida de conciencia mientras la derecha se sigue rearmando. En eso estamos, en que la gente sienta que no hay que renunciar a lo público y a conceptos tan básicos como que pague más quien más tiene.
Parece que les cuesta mucho difundir su mensaje.
El boca-oreja es muy complicado, somos una organización débil económicamente y muy castigada por la ley electoral. Deberíamos tener 14 escaños en el Congreso y tenemos dos.
¿Da por terminadas todas las disidencias internas?
No del todo, pero sí estamos cerrando una de las más importantes, la de Asturias. Hay un hueco abierto en Jaén, Extremadura, Salamanca... No podemos dividir más la izquierda.
¿Por qué le cuesta a la izquierda tanto unirse? Derecha sólo hay una...
La derecha tiene una ideología sólo: el dinero. En la izquierda nos atomizamos porque hay demasiadas cabezas de ratón. No es posible que haya tantas ideologías y tanto personalismo. Somos más autocríticos.
¿Cree que es realmente posible cambiar el sistema?
Si hay mucha gente que lo decide, es posible. Pero eso se hace de manera organizada, no sólo con pancartas. Los que deciden son los que controlan los aparatos del Estado. La izquierda debe avanzar en representatividad institucional.
¿Aprenderemos algo de esta crisis?
Tenemos la obligación, sobre todo la clase trabajadora. Sino, difícilmente vamos a defendernos ante otra crisis igual, en la que los castigados sean los mismos. Si no, tropezaremos 40 veces con la misma piedra: seguir apoyando el neoliberalismo, mayor poder de las multinacionales y menor del Estado; y unos ciudadanos de base que se convierten en consumidores pasivos.
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