Nunca es tarde, el Sábado ardieron los complejos, temores y egoísmos.

 No puede uno menos que sentirse orgulloso de su pueblo y sus vecinos

Al rededor de cuarenta candelas protagonizaron el Sábado noche, en Marmolejo, la tradicional festividad de la Candelaria. Grupos de amigos, peñas, asociaciones, cofradías y familias aprovecharon esta oportunidad para disfrutar de unas horas de convivencia vecinal al calor de las hogueras, poniéndole buena cara al mal tiempo, colaborando cada cual a la medida de sus posibilidades y dando lo mejor de sí mismos . Fue una de esas muchas ocasiones en las que paseando por Marmolejo y observando a sus gentes no puede uno menos que sentirse orgulloso de su pueblo y sus vecinos.

Pienso que, efectivamente, se quemó en las candelas mucho de lo negativo que perjudica a la convivencia; prejuicios, temores, complejos y egoísmos ardieron y por unas horas olvidamos ruindades y crecimos como colectividad. Los fuegos fueron consumiéndose hasta entrada la madrugada y cuando se fueron recogiendo los vecinos, cada cual en su casa, lo hicieron con el regusto del buen rato de charla, baile, chistes y risas, habiendo brindado por la salud y la vuelta el año próximo para verse los mismos amigos junto a las ascuas. Puede que sin darse cuenta que, al vivir puerta por puerta, las pocas horas van a saludarse de nuevo, quizás con otro aire, con el regusto de haber echado un buen rato, y pensando que si merece la pena dar los buenos días  a la buena gente.

Hacen falta más ratos de estos, porque la armonía es necesaria, porque es imprescindible que los vecinos se conozcan y hablen, confíen unos en lo otros y se sientan miembros útiles y copartícipes de una comunidad que les necesita, que les escucha y respeta. Esa noche ganaron los que perdieron el tiempo en compartir, escuchar y brindar con sus vecinos, y perdieron los que miraban de reojo, a través de los visillos de sus prejuicios sin permitirse salir a la calle al calor de la convivencia, perdieron el tiempo y la oportunidad, pero nunca es tarde.