El caudal de agua que presenta el Guadalquivir a su paso por Marmolejo, se mantiene constante al rededor de 1000 m3/seg.
Una docena de parcelas de San Julián permanecen en gran parte o totalmente inundadas, así como está cortada la carretera de servicio que va del polígono industrial a San Julián. Villalba está parcialmente inundada y la carretera que la atraviesa la cubre el río. También la carretera de la Centenera sigue cortada. El ambiente sigue siendo de calma espectante ya que todos estamos pensando en el tiempo y en el pantano del Tranco, así que con el permiso de ambos y con el cuerpo hecho a que nos quedan unos días de riada, pasan las horas con el único entretenimiento, para muchos propietarios y arrendatarios afectados, de ir a ver el río y evidenciar que hay que tener paciencia.
Desde aquí animo a los agricultores afectados por la riada, que son siempre los mismos, que se unan y asocien entre ellos y con sus vecinos para defender lo suyo y reclamar a las diferentes administraciones responsabilidades y compensaciones que palíen las continuas y graves pérdidas que sufren y pongan medios para que no se repitan estos episodios en el futuro. En San Julián se está demostrando lo que ya es sabido de todos, y es que la subida del nivel del río está propiciada y potenciada por la presa abandonada de Casas Nuevas, que no ejerce ningún tipo de regulación, pero tiene una viejas compuertas cerradas y además acumula maleza por lo que sujeta el agua peligrosamente. De tener la presa unos mecanismos mínimamente operativos se erradicarían casi en su totalidad los efectos de la crecida y las consiguientes pérdidas económicas que sufren los colonos.
Por cierto, San Julián y las parcelas que lo rodean siguen sin inundarse este año a pesar de sufrir las mismas o peores condiciones climatológicas que años anteriores. Algo ha cambiado y nadie puede negar lo evidente. El desamparo de años anteriores se disipa y los colonos, antes resignados e incrédulos, ahora comprenden que no era tan difícil poner medios para paliar los desastres crónicos que se cebaban con ellos, se empieza a ver y entender que no todo era producto de la mala suerte y que las milongas de antaño, las promesas vacuas y el marear la perdiz de toda la vida solo eran eso, tretas para conformar a hombres y mujeres curtidos en el campo como si de chiquillos se tratara. Una vergüenza indigna de los que se hacían llamar socialistas sin serlo, de los que se querían hacer respetar sin respetar ellos primero, de los que solo sembraron intereses, enfrentamientos, odio y miedo.
Es curioso que ahora aprovechen para ir a San Julián a dar mítines y colgarse medallas, sin haber movido ni un dedo cuando pudieron. Siguen sin enterarse, sin comerlo ni beberlo, sin darse cuenta que no pueden recoger lo que no sembraron, ni cuidaron, ni quisieron.
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