Cuanto más tocan, más lo lían.

Los que tenemos edad para acordarnos, no recordamos tal malestar en términos de tráfico desde los tiempos en que empezaron a usarse, de modo generalizado, las señales en todas las calles. Corrían los ochenta cuando Juan Miguel, aquel querido concejal más coloquialmente llamado "siete carteras" (tal era su grado y capacidad de dedicación a los quehaceres municipales), se empeñaba en hacernos comprender que era necesario, en la mayoría de las calles, dirigir la dirección de la circulación así como regular el aparcamiento por quincenas. Costó trabajo, pero el tiempo le dio la razón y Marmolejo pudo asumir el aumento desmedido de su parque móvil sin demasiados incidentes.

Hoy el problema es otro, no es cuestión de hacer frente a un caos circulatorio buscando soluciones, la cuestión es que se está provocando ese mismo caos, por parte de las autoridades.

Como ejemplo decir que en el barrio de Belén, si se quiere ir de un sitio a otro dentro del barrio, hay que necesariamente salirse del mismo y circunvalarlo. En Regiones, se obliga laberínticamente a transitar al rededor del saturado mercado de abastos o a entrar en el barrio por el Camino del Barco.

Suele pasar que cuando no hay planificación, cuando las cosas se hacen sin pensar en las consecuencias, te encuentras que por un ataque de megalomanía tenemos una enorme plazoleta y un barrio encerrado, (el de los colegios, el de la plaza, el del ambulatorio, guardería, farmacia...)

Si abrir en las Vistillas una calle nueva se vendió como el logro de la legislatura, y solo afectaba a cinco familias en un callejón, ¿como llamaríamos el cerrar una de las principales calles que dan acceso a los colegios, plaza, guardería... y además restringir las que quedan?. De locos, y es que "cuando el diablo no tiene nada que hacer...."