Zapatero carece ya de autoridad para decirles a los ciudadanos que va a levantar el país a base de rectificarse a sí mismo. Los más próximos sólo tolerarían un cambio de política con un cambio de líder, y el resto desea que llegue el momento de pasar página y emprender otro rumbo. Esta legislatura se ha convertido en una cuenta atrás en la que el presidente se ha quedado sin argumentos.
La decadencia de un político, no debería sufrirla el pueblo, para eso, entre otras cosas está la Democracia. A nosotros nos está tocando de lleno
sufrir la incompetencia y el agotamiento de un sistema que, lejos de reconocer su propia agonía, intenta retroalimentarse en sí mismo, sacar fuerzas de donde no las hay y fingir que no pasa nada. Las horas bajas de Zapatero y su viaje a ninguna parte provoca sensaciones a las que no somos ajenos en Marmolejo, aquí también conocemos lo que es sufrir como una cadena perpetua la ineptitud y decadencia de un cuestionado líder en su partido y un seguro "mindundi" con ínfulas en eficacia municipal, lease paro, industria, participación ciudadana, limpieza, pedanía, agrcultura, servicios sociales, respeto a sus vecinos.... El único consuelo que queda es la ley universal de que todo lo empieza, acaba, y que no porque dure mucho un régimen es por ello bueno. Ya queda menos.
La cuenta atrás
Sin apoyos y sin política, el desplome de Zapatero en los sondeos muestra un estado de opinión terminal
Viene de abc.es - Día 10/10/2010 - IGNACIO CAMACHO
EL gran problema actual de Zapatero no consiste tanto en que se esté quedando sin apoyos como en que se ha quedado sin política. La crisis ha desbaratado su proyecto y desnudado su falta de respuestas, dejándolo sin otro discurso coherente que el de la permanencia en el poder. Obligado por Obama y por la UE a un ajuste en el que no creía, ha perdido el respaldo de los suyos y no es capaz de sumar otros nuevos; carece de crédito para proceder a la enésima reinvención de sí mismo. Sus errores ante la recesión han destruido cualquier posibilidad de liderazgo. Primero la negó con una terquedad inverosímil y luego prometió, atado a los sindicatos, una salida socialdemócrata que ha fracasado porque la crisis es mucho más profunda de lo que jamás ha entendido. Su política consistía en aguantar, a base de gasto público, a la espera de un cambio de ciclo, pero al persistir la depresión sólo logró un aumento del déficit y la deuda que situaron al país al borde de la quiebra. En el momento —allá por mayo—en que el Directorio europeo le dobló el brazo y le impuso medidas de recorte forzoso, su autoridad quedó desarbolada ante propios y extraños. Su intento de abrazar la nueva fe liberal como un converso le ha proyectado ante la opinión pública como un dirigente aferrado a la poltrona y ha generado un patente descontento entre su electorado que ataca los nervios de la estructura dirigente del Partido Socialista; sus seguidores han dejado de creer en él y empiezan a verlo como un obstáculo para la supervivencia. Leer entero.
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